Del otro lado del patio los demás jugaban pelota y las niñas chismorreaban. El pequeño obeso me sonrió mientras comía sus salchichas. Me levanté y le ofrecí un poco de fruta esperando que el gesto fuera devuelto, pero rechazo mi ofrecimiento. Regresé al arbol que me servía de respaldo y maldije en voz baja.
Casi al termino del descanso, el niño de las salchichas se acercó y me dijo que me daba el resto de su almuerzo si leía un cuento y hacia un reporte para el. Acepté.
Me dijeron que es muy largo, balbuceó, que tiene como mil hojas...
Cuando terminé, el gordo todavía estaba allí.

O esos lonches de sanwich de huevo que apestaban el salón. Chale. Y aparte se remojaba el pan y se les pegaba la servilleta.
ReplyDeletepero a mí me gustaba el sabor de esa torta que ya parecía sintética.
ReplyDeleteestá bueno...
por salchichas leer tanto? Mejor por honorarios.
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